jueves, 1 de febrero de 2018

0140: las leyes de la gravedad

Quinta ley. La mutua imitación o reciprocidad negativa los condena a un conflicto sin motivo
A partir de un determinado momento, la rivalidad ya no versa sobre el objeto del litigio (hijos, plata, casa), sino sobre el otro miembro de la pareja al que hay que ganar, vencer, someter o sojuzgar a toda costa.
Consecuencias: En todas las guerras domésticas, el objeto de la querella termina desmaterializándose ante nuestros ojos. En los divorcios, llegados este punto, no importan ya ni la custodia de los niños, ni la casa común, ni nada. En ese momento, la pelea solo sirve para destruir y aniquilar al otro miembro de la pareja, transformado en un adversario. Debido a su propio mimetismo, los antagonistas quedan mutuamente fascinados, creyendo en la maldad intrínseca de otro y pierden de vista el objeto.

Sexta ley. Tu mecanismo mimético te conduce a creer en dos mitos: la culpabilidad del otro y la percepción de que fue él quien empezó la bronca
Con el final de este proceso en el que desaparece todo objeto de la contienda violenta, nacen los mitos.
Los mitos son la historia que nos contamos a nosotros mismos para poder entender algo que nos resulta incomprensible. Pretendemos así obtener una explicación y dotarnos de una representación del problema que nos está ocurriendo que tiene rara vez en cuenta la ceguera mimética propia. El otro miembro de la pareja en conflicto es el malo, el sinvergüenza, el malintencionado, el perverso, etc.
La percepción del mito de la maldad del otro es tan sincera como falsa.
Consecuencias: Son las pequeñas asimetrías, los fallos en la comunicación, los errores en la transmisión de información, los olvidos, despistes o descuidos entre las parejas los elementos que suelen incendiar el conflicto y dar lugar a un rápido proceso de escalamiento mimético que instala la reciprocidad negativa sin que ninguno de los dos advierta lo mecánico y trivial del proceso imitativo en el que están embarcados.
De la no correspondencia en el afecto, el cariño y el cuidado, se pasa a la mutua indiferencia, y de ahí se salta con facilidad al odio, al acoso y por último a la violencia mutuamente destructiva.
Este proceso mecánico y desconocido por todos los que están inmersos en él da lugar al fenómeno observado mil veces por quienes investigamos la violencia, de que, de buena fe, ambos contendientes en la pareja cuentan que “fue el otro el que empezó”.

Séptima ley. El escalamiento violento fundamentado en la imitación mutua termina con la destrucción mutua asegurada
La reciprocidad violenta junto a la desaparición del objeto de rivalidad explica que al final el objetivo de destruir al otro sea el único elemento que une a los dos contendientes en la batalla conyugal. Lo que los une es la violencia mutua.
Consecuencias: en medio del escalamiento mimético llega un momento en el que alguno de los dos decide destruirse para destruir al otro. Los modos de hacerlo suelen ser muy variados. En este caso, la estrategia es siempre alguna versión del “morir matando”. Aún mejor, “morir para poder matar”. Destruirse mediante el alcohol, las drogas, la adicción al trabajo o incluso mediante la generación inconsciente de enfermedades oportunistas que tienen como objetivo ante todo dañar al otro miembro.

Fuente: Las 5 trampas del amor, Iñaki Piñuel

3 comentarios:

  1. Sí, puede suceder así, que se destruyan mutuamente, una verdadera pena...

    Muchos besos.

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  2. El trabajo por supuesto también mata, más que muchas enfermedades; pero nadie lo prohíbe, jajaja.

    Abrazo compañero.

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  3. ¿Y las otras cuatro leyes donde están?

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